Desarrollar la propia voz

La propia voz, ¿dónde empieza? En una lista de lo que nos gusta.

La creatividad no nace tanto en lo que somos capaces de imaginar como en lo que fuimos capaces de percibir. Todos los días, jugar a responder dos preguntas: ¿Qué te llamó la atención del día de ayer? ¿Qué deseo mágico te gustaría que se cumpla hoy? Una que va en dirección de lo real, y la otra de lo fantástico.

 

 

Di una charla en Jujuy (Argentina), a la que asistieron docentes de la ciudad y también de los cerros y zonas rurales. Una profesora comentó: “Yo les digo que tienen que ser creativos”, y fuera por lo bien intencionado de ese deseo, como por el buen clima del encuentro, me quedó resonando.  Estábamos en un ambiente de bajos recursos y, aunque hubiera sido lo mismo en otro lugar, ahí resaltaba todavía más. Quizás porque tan conscientes, tan evidente lo que les falta, cómo no va a faltar algo más que le llaman “creatividad”: llueve, se embarró el camino, se empantanó el carro… ni busques pala que de seguro ni traemos. “Que sean creativos” es una sugerencia muy vaga, pensé; ayuda poco y hasta puede paralizar. ¿Qué es ser creativo? Nos quedamos congelados, lo primero que viene a la mente es: “Yo no soy creativo”.

 

En ese momento me permití corregir y dar unos ejercicios que fueran a la esencia, y no requirieran ningún “entrenamiento cultural”, nada, ni siquiera haber pisado una librería. Ejercicios muy simples, para jugar todos los días con sus alumnos, y sobre lo más básico para desarrollar la creatividad: encontrar la propia voz. La creatividad no nace tanto en lo que somos capaces de imaginar como en lo que fuimos capaces de percibir.

 

© Luis Pescetti