Cuando ocurrió lo de las Torres Gemelas, la franja infantil del Canal Once (Mx) suspendió su programación habitual, y su conductor, auxiliado por un equipo de profesionales, hablaba a los niños ordenando el caudal de información de las noticias. Qué países, dónde, o que había ocurrido una sola vez (los padres llamaban al canal alertando que, con las repeticiones en los noticiarios, los niños entendían que seguía sucediendo). Ese es mi modelo de cómo actuar frente a un emergente.
Avanzamos en un segundo año de pandemia, debemos replantear los contenidos y anticipar. Tenemos un año de experiencia, lo único que no puede pasarnos es no contar con la experiencia de ese año, o enfrentar el 2021 esperando que regrese la normalidad… cada quince días.
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Los niños necesitan congruencia y eficacia. Lo que llamamos “capricho” es la mejor respuesta para lo que saben y pueden hacer. De la congruencia de su mundo depende aprender y encajar en su entorno. Si no, se angustian, se enferman, sienten que el error son ellos. Buscan ser eficaces, no les da lo mismo fallar.
Si pasamos un video sobre la polinización, mientras ven a sus padres enfrentando una emergencia, la atención dispersa es la respuesta más sana. Su apatía o entusiasmo suele ser coherente con lo que se les enseña. Información no es necesariamente conocimiento.
“Organismo que falla en interpretar la realidad, desaparece” dice el Dr. Marcelino Cereijido, biólogo, investigador. Lo dice mejor: que la interpretación de la realidad evolucionó a lo largo de la vida, que se hace consciente e inconscientemente, y que el que fracasa en eso, muere.
El papel de la educación es vital, para interpretar la realidad con eficacia y creatividad, no debe rebajarse a un ritual.
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En marzo 2020 conseguí hablar con la base Esperanza, en la Antártida, y con Fabián Juárez, que fue maestro allá. Los entrevisté pensando en el confinamiento que comenzaba. Leí el artículo de Scott Kelly, el astronauta que pasó un año en la estación espacial, con sus consejos para la cuarentena. Luego otro, sobre la preparación psicológica de los astronautas. De todo tomé notas, y lo transmití en mi programa de radio, era lo que estaba a mi alcance.
No es la primera vez que se interrumpe la vida normal, aunque sí a nivel planetario. Cada vez que una familia se separa o migran, ocurre. Cada vez que un niño deja su vida cotidiana por un tratamiento, cuando hay conflictos armados, también. Unos viven en la escuela, otros viajan en burro. Millones no tienen cuadernos y otros millones tienen más de una pantalla. Hace años que convivimos con formas alternativas de estudiar, hay que buscar en los recursos que ya existen para situaciones semejantes.
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En cada país hay instituciones de educación a distancia y profesionales acostumbrados a educar en condiciones excepcionales o distintas a las de los centros urbanos con acceso a cierto consumo. Maestros de zonas urbanas marginales o rurales. En los hospitales infantiles hay maestros que llevan adelante la escolaridad de niños con semanas o meses de internación, y psicólogos que acompañan esos procesos. Debemos preguntarles.
– ¿Siguen con la misma currícula o la adaptan?
– ¿Hacen actos escolares?
– ¿Trabajan con las noticias o las filtran?
– ¿Cómo son los horarios o los momentos de escuela cuando debemos hacerla sin compañeros y confinados?
– ¿Las horas de clase deben durar siempre lo mismo? ¿Y las jornadas?
– Eso que podría llamarse “disciplina de estudio, o de trabajo”, ¿es una exigencia forzada, o un apoyo para no caer en mecanismos de autocompasión que nos hace olvidar nuestras fortalezas?
– ¿En qué debemos hacer hincapié para evaluar un proceso de este tipo?
El obstáculo para el aprendizaje puede darse en el plano epistemológico (qué contenidos, cómo los enseñamos), también en el plano emocional (agotamiento por la pantalla, desánimo, la falta de motivación), también podemos hablar de habilidades duras y habilidades blandas. Tanto en la preparación para ir a la Antártida como para los astronautas, se anticipa que habrá conflictos emocionales, de relación, y cómo lidiar con ellos; debemos imitarlos.
A nivel institucional (nacional, provincial, municipal) esos profesionales deben ser consultados, hacer equipos de trabajo, permanentes, anticipar o apoyar, basados en mucha experiencia. A nivel individual, inspirarnos en su ejemplo, buscar prácticas semejantes y trasladarlo a nuestra escala.
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Lejos de ser una crítica más a la escuela (que siempre se hace con más ligereza que conocimiento de campo), más bien: con apasionada defensa de la escuela, la educación pública y de los maestros como profesionales independientes, vuelvo a lo de interpretar la realidad que señala Cereijido. Se pueden organizar los recursos de cada área, aplicados a lo que vivimos.
Y no se preocupen, los chicos no están pendientes de cómo maneja la tecnología su maestro. No intenten competir con la pantalla.
Esperan otra cosa de nosotros:
Que los ayudemos a entender lo que sucede, y a hacer planes.
Que lo que hacemos nos entusiasme (la materia, la clase).
Que el encuentro con ellos sea verdadero para nosotros.
Que les hagamos sentir que cuentan, que los oigamos (el Zoom sirve para que se sientan vistos, más que para nuestra disertación).
Que les tengamos paciencia, pero que no dejemos pasar todo.
Que enseñamos cosas a las que le vemos sentido, para nosotros y para ellos.
Que no pretendamos que todo es perfecto, pero que tampoco transmitamos desencanto
Que los ayudemos a ser eficaces en el mundo (que lo seamos, lo más humanamente posible).
Ése fue mi guion secreto como maestro, escritor y artista, siempre. Casi todo lo demás se quita, se pone o acomoda. Tomemos el plan del año y destilemos nuestro propio guion teniendo en cuenta eso. Cada uno, en sinceridad consigo mismo.
https://www.luispescetti.com/cuaderno-de-apuntes/recursos-cuarentena/
© Luis Pescetti